miércoles, 2 de abril de 2014

EL VERDADERO ROSTRO DE MICHOACÁN, PARTE 1

Foto de Alejandro Linares Garcia
Para los que lean desde otro país, Michoacán es un estado de la costa mexicana del Pacífico, cuna de la única civilización indígena, la purhépecha, que se resistió a la conquista más tiempo que el resto, y que cuando finalmente cedió fue de manera pacífica, y cede de la conspiración de independencia, pero también, últimamente, uno de los principales centros de operación de varios cárteles del narcotráfico. Por este tema, en estos meses, o incluso años, sólo se habla de su faceta violenta y oscura, y de todos los conflictos político-sociales que se  han derivado de allí. La imagen de nuestro estado ha quedado por el piso, y pareciera que es un páramo sin ley, donde reinan la indolencia, corrupción y miseria. Pero eso no es del todo justo, y por esa gran mayoría que formamos lo que en realidad es Michoacán, quiero quitar (un poquito) esa máscara de sangre e intentar revelar lo que realmente hay bajo el sol en este pedazo de tierra.*

AMBIENTES DE FÁBULA.

Cuando escribo sobre árboles exuberantes con más mariposas monarca que hojas, lagos que son un doble del cielo, pueblos mágicos, playas tornasoles, edificios y pirámides majestuosos, bañados de nostalgias que huelen a piedra añeja, y tardes con un hechizo de bienestar absoluto, no estoy comenzando a relatar un cuento de hadas como parece, me estoy limitando a describir, y muy someramente, la tierra donde tuve el privilegio de nacer y crecer.
Lago de Cuitzeo
Foto de www.mexicodesconocido.com.mx
Zona arqueológica de Tzintzuntzan
Foto de www.cie.umich.mx

Morelia, capital de Michoacán
Foto de la Secretaria de Turismo Michoacán
Pátzcuaro
Foto de Jenaro Parra

Es imposible transmitir la sensación deliciosa de sentarse a comer junto al lago de Pátzcuaro, o de regresar a casa y cruzar la alfombra de plata del lago de Cuitzeo como bienvenida, o entrar a cualquier mansión o iglesia colonial y sentir que todavía susurran nuestros antepasados en las estancias frescas de cantera, y ya no querer salir, o probar los aguacates, fresas, limones y demás exquisitos frutos de nuestra tierra generosa, lo extraño de visitar un pueblo enterrado por la lava como San Juan Viejo, o el simple hecho de mirar por la ventana cualquier día y sentir el viento templado en el cabello...

Santuario de la mariposa monarca
Foto de www.turespacio.com
San Juan Viejo
Foto de Lix Rangel







Costa de Maruata
Foto de www.viajandomexico.com











CARÁCTER PECULIAR

La michoacana, de Jesús Helguera.
Podría hablar de Alfonso García Robles, premio nobel de la paz, o del gran insurgente Morelos, o de tres de los mejores compositores de música popular en Latinoamérica, pero prefiero hablar de los ciudadanos comunes. Las personas de por aquí somos la aleación de la descendencia del legendario guerrero Tariácuri y de diversos linajes, además de españoles celosos de sus ideales, franceses, que algunos quieren suponer que eran nobles y otros que eran piratas, judíos conversos, orientales y, como en todo México, mestizajes tan diversos que ya es imposible precisarlos.

No todos entran en el perfil, desde luego, pero los michoacanos comunes somos, en rasgos generales, algo apáticos y tímidos en apariencia, pero sólo como engañosa envoltura de un espíritu de lucha y superación inquebrantable, con principios bien cimentados, dispuestos a superar siempre los obstáculos, que tenemos muchos y enormes, sin dejar de tener una dulzura  y serenidad características.  
Hombre michoacano
Foto de www.mexicodesconocido.com.mx

Algunos se han pasado de belicosos, pero esos son un grupo mínimo, y a los cuales se les ha puesto demasiada atención como para ahondar en su comportamiento. La mayoría preferimos el camino del trabajo, estamos buscando de manera constante formas nuevas de hacer las cosas, somos curiosos y nos gusta pensar, como dirían los estadounidenses, “fuera de la caja”. En cuanto a ideología, aquí no existen dudas o relativizaciones, seamos de derecha, centro o izquierda, religiosos o ateos, o puntos intermedios, tenemos claro quiénes somos y qué pensamos. A diferencia de otras comunidades más influenciables, aquí lo habitual es tener las raíces bien plantadas: nos importa mucho el honor, el respeto a nuestros padres, y seguir nuestros códigos personales con coherencia. Eso provoca que algunos no encajemos en ambientes sectarios o impositivos.

La verdad sea dicha, las familias tienden a ser matriarcales, porque las figuras femeninas son demasiado fuertes. Nuestras madres, maestras y amigas, blancas, morenas, de campo o citadinas, son la mayoría líderes en donde se paren, ejemplos de vida que nos acompañan para siempre y capaces de enfrentar cualquier prueba con tal de conseguir, no sólo la manutención básica, sino los sueños propios y de su familia. No es raro ver a una anciana que bajó con el mejor humor desde la montaña a comprar víveres para toda su prole, o a una profesora imponente que todos temen porque exige mucho más allá de la zona de confort.

*Esto no es promoción turística, nadie me está pagando.




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