EL ATAQUE DE LOS NAZIS SEUDO-INTELECTUALES
Es mejor el hombre que confiesa francamente su ignorancia, que quien finge con hipocresía.
-Fiódor Dostoievski
-Fiódor Dostoievski
No sé si a raíz de los desatinos
públicos de cierto individuo de la
escena política nacional, o porque escuchamos constantemente que el problema de
nuestra bella nación que impide que se desarrollen sus magníficos potenciales
es la falta de educación, pero nos encontramos con que en el internet, e
incluso en la televisión, está de moda, por decirlo de alguna manera, conminar
al público o a los contactos a leer. Esto me parece no solo bueno, sino fenomenal, pero observo
una creciente tendencia a hacerlo de una forma un tanto agresiva, o por lo
menos latosa. No me parece en la mayoría de los casos que sea intencional, muy
por el contrario, no pongo en duda la buena fe, pero de lo que si estoy segura es
de que no soy la única que ha notado los siguientes patrones, y aclaro que de
ninguna manera me excluyo a mí misma de haberlos cometido alguna vez en mayor o
menor medida:
1 PURA POSE/HOSTIGAMIENTO INVERSO.
.
Desde luego, hay que leer, sobre
lo que a cada quien le interese, y lo ideal es compartir después lo que se
aprendió, los libros y escritores que nos gustan, algún fragmento valioso que
pensamos que les pueda SERVIR a los demás, o transformar esas ideas en algo
nuevo. A muchos nos gusta hacer eso, y también que las otras personas nos sugieran nuevos
géneros, títulos y puntos de vista. Es, sin duda, altamente positivo y
deseable, y ojalá lo hagamos más a menudo… pero sería genial que fuera desde la
autenticidad y la humildad.
En mis años de infancia y
adolescencia, que cada vez se alejan más en el riel de los tiempos, yo leía porque
me gustaba y me daba la gana, sin embarrárselo en la cara a nadie, y también
porque era una fanática del conocimiento y llevaba un excelente record de calificaciones
que pretendía mantener. Mis días eran más o menos así: asistía a la escuela,
comía, iba a clases de piano, luego a las de ballet, y al terminar me duchaba y
hacía la tarea (viendo Los Simpsons, eso
sí), a veces hasta tarde. Los fines de semana los pasaba enfrente de la televisión,
escuchando música o no haciendo absolutamente nada -no mentiré - pero si me
tomaba un momento, sobre todo en las vacaciones, para asaltar el librero de mi
madre y gozar, sólo porque si, y para mi propio disfrute, mi lectura número
quinientos de La ley del Amor, de
Laura Esquivel (que incluía un cómic y un CD, con los que una debrayaba con
regresiones acompañados de ópera y danzones), El Principito, las obras completas de mi
ídolo Oscar Wilde, Hamlet, o
intentaba comprender algo de Stanislavsky, porque siempre quise estudiar
actuación, etcétera. En este punto, usted amable señor, señora o señorito que
me hace el favor de leer ya habrá descifrado que yo era aquello que la cultura
pop ha denominado como nerd, y que
durante los años 90’s y principios de los 2000, época en la que se sitúan mis días
como escolar, las personas a las que se nos colocaba esa etiqueta no gozábamos
de mucha popularidad, por no decir que éramos constantemente sujetos al escarnio, desprecio y soledad. Clavar el pico
en un libro y pasarte el día estudiando a un grado en que apenas daba tiempo de
comer y asearse no eran cosas para nada cool,
y tus amigas te daban la espalda si no reconocías la voz de cada uno de los
Backstreet Boys, así que al final era
más importante saber cuál era Nick y cual era Howie para ser bien vista, o por
lo menos evitar que tiraran tus útiles nuevos a la coladera, que saber quién
fue Sor Juana Inés de la Cruz. Como ya mencioné cuál era mi itinerario, es
evidente que tampoco pasaba horas frente al espejo peinando mis esponjadísimos
rizos, o tenía el menor interés en untarme rímel a las seis de la mañana (o a
ninguna hora, teníamos doce años, por Zeus), por lo que tampoco era que tuviera
una fila de galanes detrás mío. Muy por el contrario, tuve crueles experiencias
en ese aspecto de la vida que sólo mi psicoterapeuta conoce, y yo prefiero
mantener en el olvido.
El punto al que quiero llegar con
esto es que, años más tarde, nos situamos en un irritante panorama en el que resulta
que todos se saben al dedillo cada
palabra de Nietzsche, pueden distinguir
el rostro de poetas y filósofos en fotos borrosas en blanco y negro del siglo
XIX, donde todos tienen el mismo bigote, peinado y traje, y como si fueran a
absorber sus obras por ósmosis visual, y abrimos el Face para escribir o
encontrar joyas como: “Hay que leer, por eso no progresamos”, “Hoy leí El tiempo
perdido, de Proust en la biblioteca ¡qué emoción, qué encanto!” (como si se
pudiera leer esa biblia de un sentón), o la clásica, generalmente plagada de
errores garrafales de ortografía y sintaxis: “Todos los que no opinan exactamente
igual que yo, son unos ignorantes, no han leído nada, ven telenovelas que yo
también veía hasta hace unos
meses en que dejó de ser aceptable, huelen feo y su mamá no los quiere”.
Y la enorme mayoría de los que presumen
y juzgan así, paseándose por los foros y blogs para corregirle la plana a
autores publicados, cineastas de primera línea, creativos exitosos, músicos con
trayectoria, e insultar al pueblo en general, son, ¡sorpresa, sorpresa!: LOS
MISMOS PERSONAJES QUE EN AQUEL ENTONCES NOS HOSTIGABAN A LOS NERDS.
Lo único que yo les sugiero a
esos compañeros, es que si detentan semejante cantidad de conocimiento y
sabiduría, ¿por qué no nos hacen el enorme favor a los simples mortales, que leemos
a velocidad normal y no poseemos su memoria eidética, de llevar a cabo todas esas
maravillas literarias, filosóficas, teatrales y cinematográficas de las que
deben ser capaces? No pierdan más su brillantez y su tiempo tratando de ilustrarnos
e imponernos lo que ustedes consideran
que es lectura obligada, CREEN ALGO. El mundo se los agradecerá.
2 INCONSCIENCIA
SOCIAL Y FALACIAS.
Como falacia entiéndase un
razonamiento inválido, aunque en apariencia no lo sea:
Los salamis me gustan
Robert Downey Jr. me gusta
Ergo, Robert Downey Jr. es un
salami.
O:
Los idiotas ven la televisión
Mi vecino con tres doctorados que
siempre tiene mejores argumentos que yo, ve televisión
Ergo, mi vecino es un idiota.
Una falacia, obviamente, es como
funciona un prejuicio. Por más absurdo que sea, seguimos creyéndolo a pie
juntillas, y hacemos y decimos barbaridades, que, si las analizamos con
sinceridad, equivalen a correr a pedir por teléfono una pizza de Robert Downey
Jr. en trozos delgados con aceitunas y sin champiñones.
Lo que en realidad nos hace
falta, es la compasión, eso sin mencionar el más básico sentido común. No me
refiero a sentir lástima, sino a comprender al prójimo, y sentir su dolor y alegrías
como si fueran los nuestros, y así entender por
qué actúa como lo hace. Un ejercicio que puede servir es imaginar que una
es un albañil, un ama de casa, un jornalero, un chofer del transporte público o
un indígena en el monte. Sin juicios, ni ideas preconcebidas, cierre los ojos,
e imagine paso a paso y con realismo lo que tiene que hacer a lo largo de un
solo día en cualquiera de esos casos. Ahora responda: ¿Sabe leer? ¿Tiene dinero/tiempo
para pasar a la librería? ¿Tiene internet en casa para descargar un e-book?
¿Qué tan cansado se encuentra al final del día? ¿Cuántos problemas enfrentó? Muy
probablemente usted trabajó todo el día sin descanso, para sostener a sus
hijos, para alimentarlos, tal vez tuvo que ir muy lejos sólo para acarrear un
poco de agua, o tiene un jefe arbitrario, seguramente sueña con que su descendencia
sí pueda ir a la escuela, usted sostiene al país con sus manos curtidas, sus
sueños y su honestidad… para que en algún lugar un hipster
al que su mamá le compra hasta los calzones, afirme que gracias a que no pudo
estudiar la primaria “estamos como estamos”, o cualquiera de esas frases hechas.
Hay personas que no saben leer
que tienen una sabiduría impresionante que surge de sus vivencias y que se
transmite a través de generaciones, mentes brillantes que han sacrificado sus aspiraciones en
una caja de supermercado o un cubículo para pagar cuentas de hospital de un ser
amado, hombres y mujeres llenos de luz y amor que se dedican a cuidar a otros
aún a costa de su propio bienestar, aunque no sepan una jota de política, grandes ideas en las comunidades más vejadas... pero
todos ellos pueden irse al demonio, porque, por lo visto, lo que nos librará de
la ignominia es balbucear críticas y sapiencias (que una en realidad googleó hace dos minutos) en un cafetín
de Coyoacán.
3 COMPRENSIÓN PARCIAL O ERRÓNEA DEL PROBLEMA.
(Casi) Todos estamos preocupados por lo mismo, pero ¿de verdad la única educación que
nos hace falta es la que se encuentra en los libros? Yo creo que el asunto
es de un orden más ético que intelectual. En lugar de fechas y conceptos, se
siente la ausencia de amor y de principios,que se ha llenado con violencia, agresividad y más violencia, pero también falta de pro-actividad. Con
eso quiero decir: ya nos quejamos e hicimos gala de nuestra reluciente
conciencia crítica, ¿y luego? Como dicen
con mayor precisión nuestras madres cuando entramos a la cocina, y que es una
frase que yo quisiera grabar en una placa: “SI NO AYUDAS, NO ESTORBES”…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario