sábado, 21 de marzo de 2015

ESTUDIAR ACTUACIÓN: LO QUE SE CREE VS. LO QUE ES

Esta entrada está dedicada a mis extraordinarios profesores de Actuación: Alicia Hermida, Jaime Losada y Ana Ramos, y de Literatura Dramática: Ilya Cazés y Fernando Martínez Monroy. 

Ya te entregué en una ocasión una entrada sobre lo que es estudiar Ballet realmente, enfrentado a algunos mitos comunes. Hoy haré lo mismo con las clases de Actuación, porque también es un área sobre la que a menudo se escuchan cosas extrañas, o al menos exageradas, y porque parece que no tengo tanta imaginación.  En fin: 

LO QUE SE CREE:

Voy a estudiar Actuación, porque no soy una persona seria, ni útil, y no tendré que preocuparme por las mismas presiones que tendría en otra carrera. Mis días serán un coctel de locura estrambótica y flojera, y cuando vaya a clase un par de horitas, solo bastará con lucirme y ponerme intensa/o nada más porque sí. Hell yeah!!



LO QUE ES:
Al día siguiente tengo que hacer un examen sobre las partes de un reflector, presentar una escena, no pude ir a ver la obra de teatro que había que analizar, y, peor aún, toca improvisación y todavía me duelen los músculos por la clase de expresión corporal. ¿Dormir? ¿Tranquilidad? ¿Qué era eso? Ya no lo recuerdo.... tal vez ya no lo recuerdo porque toda mi memoria está ocupada con el texto nuevo, y no sé cómo resolver el personaje. También he olvidado los rostros de todos aquellos que conocí antes de consagrar las veinticuatro horas del día a esto... oh, por Dios, mañana hay ensayo a las 11:30 de la noche... y ni siquiera estoy en mi casa ¿De quién es este sofá?

LO QUE SE CREE:
A partir de hoy sólo me dedicaré a ponerme disfraces y a hacer payasadas, y por fin dejaré atrás la escuela, para la que era malísima/o. No tendré nunca más que abrir un libro o que tener algún reto intelectual de ningún tipo, pues mi única tarea sera repetir como perico lo que otro escribió, para lo cual no requiero mayor conocimiento.


LO QUE ES:
Y yo que pensé que no volvería a sentarme en un pupitre a escuchar teoría, escribir y leer, y va resultando que para "repetir" lo que otro creó, hay que entender el tema, el trasfondo, y absolutamente todo lo que ocurre con el personaje, incluyendo lo que aquel otro no escribió, además de memorizar tal cantidad de diálogo que las fórmulas de física no eran nada. Para llegar a eso me tengo que aprender las teorías sobre estructura dramática desde todas las perspectivas, hasta el punto en que ya siento que conozco a Eurípides  personalmente; Historia, desde punto y coma de la épica y mitología griega, hasta de cuál fumaba Ionesco; Gramática, pero muchísima Gramática, podría vomitar Gramática; cosas tan fascinantes como en que posición está la lengua cuando pronunciamos cada vocal y consonante; Anatomía, porque hay que conocer el aparato fonador y los músculos que ayudan a moverse en escena, y todos los días de la semana tengo que leer una obra de teatro, o un libro de algún señor denso, como Grotowsky, o técnico, como Stanislavsky, que me dejan más confusión que respuestas respecto al arte dramático, o sobre quién soy, o porque soy, o si merezco existir. Por cierto, sobre cada uno hay que hacer un ensayo. 

LO QUE SE CREE:
Todo en la vida de un actor es glamour. Desde este momento mi estilo, sex-appeal y savoir-faire y otras cosas elegantes con un guión en medio no pasarán inadvertidos para nadie. Los reflectores me siguen, todos me aman y ganaré millones.


 LO QUE ES:
Me alegro mucho de que hayamos aceptado a Marielo como tercer roomate, porque por lo menos así ya alcanza para el gas para bañarse con agua caliente y tal vez cocinar, además de que me da aventón desde el restaurante de comida rápida en que ambos trabajamos en el turno vespertino. Espero que encuentre a alguien en la vida que me acepte y me ame sin rasurar o arreglar, porque no he podido hacerlo, y cuando tengo tiempo estoy cansada/o. Al diablo con el sex-appeal. A quién fregados le importa ser sensual o fabuloso cuando tiene que ver otra película de Bergman a la que no le entiende ni los créditos.

LO QUE SE CREE: 
En la escuela de Actuación podré sublimar mi narcisismo y todos los días me aplaudirán. Lloverán  aquellos halagos que me merezco, y hasta el último movimiento que haga lo observarán con asombro y admiración.






LO QUE ES: 
Nunca me aplauden en clase, porque no se puede, y porque además mis compañeros están hartos de verme repetir lo mismo dieciocho mil veces, sin mencionar que la mayoría de esas repeticiones salen de la patada, y mientras más de la patada salen, más crece la furia de mi profesor o director, a la cual hay que temerle como a los rayos de Zeus, y si llego a su límite me revelará que tengo defectos que ni siquiera sabía que existían. Me aplaudirán en la muestra al público, pero sólo si les gusta, para lo cual requiero trabajar muchos meses... y aún así la audiencia está en su derecho de no disfrutar lo que estoy haciendo, y cabe la posibilidad de hacer el ridículo o de que se duerman o  me abucheen.

LO QUE SE CREE: 
 El escenario y las cámaras son todos míos. Desde el primer instante derrocharé talento y aplomo, y mi gran genio artístico deslumbrará en cuanto se abra el telón.






LO QUE ES: 
Durante mi primera clase tenía que pasar y hacer una improvisación cómica de un pato humanizado con una enfermedad psiquiátrica que expresaba su ira a través de una acción simbólica, y no supe qué hacer. Quería llorar y correr con mi mamá, pero las piernas y el cerebro no me respondían. Ahora, cuando lo recuerdo, sigo queriendo ir a llorar con mi mamá, aunque ya debería haberme acostumbrado a que por lo general enfrentarse al escenario es difícil y embarazoso, sobre todo cuando se ensaya por primera vez.


LO QUE SE CREE: 
 Los actores son los mejores mentirosos porque, ¡rayos!, a eso se dedican.




LO QUE ES: 
--¿Pero por qué, chicos, si son tan buenos actores, cuando intentan mentirme se ponen nerviosos, y son tan malos que puedo ver a través de ustedes que algo no es cierto de una manera patética?

--Porque, ¡rayos!, actuar y mentir son dos procesos muy diferentes, y la ficción no es engaño puesto que sabes que yo no soy Hamlet ni Ofelia.  Además, a veces los actores más bien pecamos de demasiado sinceros, cuando debíamos cerrar nuestra bocota.



LO QUE SE CREE: 
Cariño, si pretendes romper mi seguridad, autoestima y amor propio más vale que tengas un taladro de muy alto poder.




LO QUE ES: 
Creo que no lo hago bien, es más, estuve fatal. Es más, merezco morir porque estorbé a mi compañero. Tengo la nariz chueca, se ve peor a cuadro, y cada cosa que me dicen me hiere de tal forma que sangra mi alma insignificante. No voy a poder lograrlo. Y luego, Cosme y Ruperta son tan buenos... nunca voy a estar a su altura. Y si me vuelvo a equivocar, ya valió sorbete la vida.





LO  QUE SE CREE: 

¡¡GUAU!! En algún momento me tocará pasar a hacer una escena romántica con ese mega bizcocho que se deshace de bueno. 







LO QUE ES: 
Claro que sí, pero también con todos mis demás compañeros, incluído el que no se baña, a la que le sudan las manos, el que tiene mal aliento, con la que me acabo de pelear y todos aquellos del género opuesto a mis preferencias sexuales, que no me inspiran ni el más mínimo asomo de atracción.



LO QUE SE CREE:
Enamoro a cualquiera que se cruce en mi camino de seducción y placeres dionisiacos orgíasticos. ¡Sexo, drogas, buen vino, sexo, autos deportivos, desenfreno, fiestas, sexo!





LO QUE ES: 
Si tengo suerte para comer algo mejor que un sandwich del minisúper de la esquina, considero que fue un día maravilloso. Es más, tengo suerte si hubo tiempo de conseguir algo comestible. Me gustaría mucho que me alcanzara el día para pasar un rato con mi pareja estable a la que amo... cuando consiga una.

LO QUE SE CREE:
Fui a una de sus fiestas, y me la pasé bomba, pero déjame decirte que muchos estudiantes de Actuación tienen medio flojo un tornillo.





LO QUE ES : 
Fui a una de sus fiestas, y me la pasé bomba, pero déjame decirte que la mayoría de los estudiantes de Actuación están más orates que una cabra desorientada.








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sábado, 14 de marzo de 2015

LA COMBI MILAGROSA, parte 2.


Bianca esperó a la hora convenida, pero no aparecía Silvia, la mujer que la contactó a través del blog, y luego por un mensaje privado, y que aseguraba que ella era la propietaria de la combi azul. Sólo había una indigente sentada a la orilla de la calle, un tianguis ruidoso en la calle siguiente, y unos cuantos transeúntes que pasaban a Bianca de largo. 

Cuando transcurrió media hora, la indigente, fibrosa y llena de cicatrices, se levantó con parsimonia, se sacudió, y se acercó a Bianca para revelarle que ella era Silvia. 

--¿Por qué no me interceptó antes?

--Nunca me preguntaste si yo era Silvia. Ese es más o menos el motivo por el cual usaba esa combi, porque nadie le da importancia a lo que está tirado en la calle, se trate de un objeto, basura o una persona.

Bianca no supo qué contestarle, así que Silvia procedió a contar su historia: 

--La palabra "privilegio" es la clave. El momento en que su significado cambió para mí es lo que determina el propósito de mi existencia. Yo crecí en una familia de tradición en la abogacía. Durante muchas generaciones, todos los varones fueron jueces o fiscales, y muchos ocuparon grandes puestos en la Corte Suprema. El ambiente en mi casa era casi de una dinastía monárquica. A muchas niñas comunes y corrientes sus padres les dicen "princesa", por amor. A mí los míos apenas me dirigían la palabra, pero yo vivía como una princesa de verdad. Teníamos una propiedad de 120 hectáreas, rodeado de jardines, y yo no tenía un pony, sino tres, además de perros, tortugas, cisnes y hasta un cerdo. Por supuesto, no es necesario aclarar que más de la mitad de nuestras riquezas no eran lícitas. La mayoría de la extensión de aquellas tierras se las había regalado un político a mi abuelo para que no lo condenara por una masacre de campesinos, que había ocurrido allí mismo, puesto que precisamente esos campesinos eran los verdaderos dueños de los lotes. Como no se dejaban despojar, simplemente los mataron. Yo eso no lo sabía en la infancia. Escuchaba a la niñera hablar con otra empleada sobre los fantasmas de los ejidatarios en los pasillos de la planta baja, pero no podía entender cómo afectaba eso el patrimonio que yo iba a heredar. Me consideraba afortunada por haber nacido en esa familia. Pensaba que privilegio era tener todo aquello, y cada noche le agradecía a Dios por haberme permitido ser quien era. En la adolescencia cambié de perspectiva, y empecé a sentirme superior que los demás, fui rebelde, disfruté hacer llorar a mi madre y me volví tan mala estudiante que ni un soborno me salvó de repetir tercero de secundaria. Cuando a duras penas terminé la prepa, más docta en el uso ritual de LSD que en cualquier otra materia, llegó el momento de estudiar leyes, y ser la primera mujer de la familia en ejercer la profesión familiar, pero, como era hija única, y heredaría una vasta fortuna para pasar el resto de mis días con comodidad, decidí que no iba a estudiar. Mis padres se enojaron, pero no demasiado. Después de todo, quedaba la opción de que me casara bien, con algún juez, por ejemplo. Les hice creer que esa era mi intención, y no desaproveché ocasión para insinuármele a los vejetes que nos visitaban, pero de una forma vulgar, con un sarcasmo obvio. En esa misma época mi madre enfermó de cáncer de huesos, y ya no había nada que hacer por ella. Su dolor le hacía retorcerse y gritar de una forma inenarrable, por lo que le inyectaban grandes dosis de morfina. Yo también empecé a usar más drogas, para evadir la situación. A veces, con todos los medicamentos que tenía encima, mi madre alucinaba. Yo también estaba muy pasada aquella noche en que murió. Mi padre no tuvo el valor de observarla agonizar y se fue a fumar su puro a la oficina. Nos quedamos solas, y ella comenzó a apuntar con los ojos congelados hacia donde estaba su tocador "Míralos, vinieron por mí para que vague por la casa con ellos". Yo no miré hacia allá, más bien me acerqué a ella y traté de confortarla, pero insistió "¡Míralos! ¡Y diles que cuando esté con ellos no sean crueles conmigo, yo no los maté!" Entonces me volví, y no sé si fue porque yo también estaba hasta las chanclas y tuvimos una alucinación compartida, pero los ví. Eran como diez mujeres y hombres, y algunos niños. Llevaban overoles, o ropa de manta, huaraches o botas de trabajo. Sus rostros desencajados no tenían expresión, pero los orificios de bala se veían negros y sin fondo a través de sus camisas pobres y su piel gris.Cuando pude recuperarme del impacto, mi madre estaba muerta, y cuando dejé de abrazar su cuerpo inerte, los ejidatarios habían desaparecido. Mi padre cayó en una gran depresión, y yo le dije que quería irme de esa casa. Me dijo que esperara un poco, sólo un par de meses, para hacer lo que yo quisiera.  Al cabo de ese par de meses, se suicidó, y yo quedé inmensamente rica. Me mude a un penthouse y me gasté algo de aquel dinero en mis vicios durante un año. Como tuve miedo de que se me acabara, porque no hacía nada de provecho, a veces intercambiaba las drogas por favores sexuales. Eso dañaba mucho a Willie, el tipo con el que yo vivía, un estadounidense que llegó a México en su combi azul, a la cual llamaba Missie. Los padres de Willie lo corrieron de la casa por su simpatía con el comunismo, pero era la persona mas dulce y sensible que jamás conocí, y creo que realmente me amaba. Un día le conté lo de los espectros en la casa, y expresó que a él le parecía que ellos venían a hablarme a mí, y no a arrastrar el alma de mi madre a vagar con las suyas por la eternidad. "Esa gente es invisible, aun cuando están vivos. Sólo querían que los notaras". Empecé a considerar que Willie y yo deberíamos rehabilitarnos, casarnos, y hacer una vida normal con dos lindos hijitos, empleos, un auto compacto, y todas esas cosas, pero él amaneció muerto de una sobredosis. Fue allí cuando empecé a cuestionarme si una vida como la mía, donde todos los que amaba murieron de forma prematura y yo tenía que idiotizarme para no sentirme tan mal, realmente era privilegiada. Durante meses estuve encerrada, repleta de mis propias miasmas y mi propia miseria humana, hasta que, de tanto repasar el pasado, cobró coherencia para mí, y decidí que no iba a repetir las decisiones de mi padre y dejarme morir por haber perdido a mi pareja, y que iba a tratar de compensar todo el daño que mi abuelo ocultó bajo las comodides en que crecí. Subí a la combi azul y tracé un itinerario por todo el país. En cada lugar que llegara, haría algo bueno por los demás de forma anónima. De repente, al ver las sonrisas de padres que antes estaban desolados, o de un chico brillante que ahora podría ir a la escuela, mi tarea dejó de ser un acto para curar la culpa de mi linaje, y comencé a hacerlo por gusto. Allí fue donde entendí que el verdadero privilegio de una vida es ser causa de la felicidad de otros. No obstante, para continuar necesité ocultarme, ya que al principio la borracha de la combi azul (los estragos de mi drogadicción eran evidentes) llamaba la atención. Entonces conducía de madrugada hasta una calle desierta y procedía a disfrazar a  Missie. Cambiaba los neumáticos buenos por unos viejos y ponchados, y quitaba el asiento del conductor, el único que quedaba, para ocultarlo bajo una pila de porquería. Luego yo misma me ocultaba para dormir allí atrás y al día siguiente salía por allí, daba un nombre falso, hacía buenas migas con los lugareños, investigaba sobre alguna persona en problemas, le ayudaba y me iba. Después de quince años, en Tijuana, conocí a Carlitos. Era un hombre gigantesco repleto de tatuajes que vendía relojes robados y que había "visto la luz" igual que yo, y ya no quería otra cosa más que dedicarse a hacer actos de caridad. Trabajaba para el dispensario de una iglesia, pero no se sentía satisfecho con los servicios que daba. Fue cuando se convirtió en el Robin para mi Batman, por así decirlo. Me descubrió llenando la caja de limosnas del dispensario con billetes y medicinas, y no me quedó más que contarle todo esto mismo que te cuento a ti, y quiso ayudarme. Al principio dudé, porque no lo conocía y podría matarme de un golpe, pero luego el instinto me dijo que debía llevar a Carlitos conmigo, y no me equivoqué. Los maleantes que atábamos, los sometía él, como en una película. Bueno, y yo le ayudaba algo. No siempre nos iba bien, a veces nos madreaban, me han violado dos veces, pero bueno, ya sabía que esto no sería fácil. Así duramos largos años, pero nunca contamos con que habría una persona tan extravagante como tú, que iba por allí tomando fotos de trastos destartalados como nuestra Missie, que nos descubriría. Desde que empezaste el blog, conseguimos otro auto viejo y nos despedimos de la querida Missie, que de todas formas ya no andaba muy bien. Este año cumplo treinta años de errar por todo el país, y sólo vine aquí a revelarte quién soy porque he leído tu blog y creo que eres una excelente mujer, una enfermera piadosa y una madre ejemplar, y porque quisiera pedirte que Missie volviera al anonimato. 

Bianca le pidió encarecidamente a Silvia que le permitiera publicar su vida, como última entrada del blog antes de dejarlo allí sin actualizar, porque más gente tenía que entender el verdadero significado de una vida privilegiada. 

--¡Si quieres!--le gritó la justiciera anónima mientras ya desaparecía entre la multitud de un tianguis aledaño-- ¡De todas formas ni yo, ni Missie, ni Carlitos nos llamamos como te dije!


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sábado, 7 de marzo de 2015

LA COMBI MILAGROSA, parte 1.


Bianca es enfermera y tiene tres hijos, pero su pasatiempo siempre fue coleccionar fotografías de cosas y lugares abandonados, y hasta ha recogido uno que otro cachivache que guarda en el garage, para desagrado de su esposo. Uno de sus objetos favoritos son los automóviles destartalados  que se quedan estacionados para siempre, o más bien hasta que los remolca la grúa, en alguna calle o a la orilla de la carretera. Le atraen porque estimulan su imaginación: tal vez era de un ladrón de bancos que tuvo que huir y dejar el auto robado que no arrancaba, de alguien solitario que falleció, por lo que nunca pudo regresar por su vehículo, o procedía de una historia sórdida que involucra cadáveres, armas o millones de dólares bajo la tapa oxidada de una cajuela que nadie levantará jamás. 

La verdad es que Bianca tiene razón, y detrás de lo abandonado hay siempre una historia interesante, si no es que varias, y la que ella descubrió gracias a su pasatiempo podría decirse que es inspiradora.

Cuando vivían en Tepoztlán, Bianca trabajaba en la clínica, y su esposo era guía de turistas. En una ocasión en que él se rompió una pierna, Bianca lo relevó porque necesitaban mucho el dinero. Mientras les mostraba la exuberante naturaleza tepozteca a cinco colombianos y a un par de canadienses vestidos cual exploradores de la jungla en los 50’s, descubrió en la carretera lo que quedaba de lo que algún día fue una bonita combi azul cielo, y se detuvo un momento antes de continuar con la expedición al cerro para tomar una instantánea más para su nutrida colección. Lo raro fue que en los años consiguientes aquella combi descascarada, a pesar de que siempre tenía las llantas ponchadas y en lugar de asientos albergaba un maremágnum de basura, comenzó a aparecer en distintos, pero muy distintos lugares. Cuando la familia de Bianca se mudó a Cuernavaca, volvieron a verla en una calle del centro. Luego a ella le pareció distinguirla de nuevo en la ciudad de México cuando llevó a su hijo mayor a instalarse, después la reconocieron retratada en una tarjeta postal de Tijuana, y finalmente en un basurero municipal cuando visitaba a su hermano en Oaxaca. Como se los comentó a sus amigos y familiares, varios tomaban una fotografía cada vez que se encontraban una combi azul abandonada en diversas ciudades y pueblos, y se la enviaban a Bianca, preguntándole si se trataba de la misma. Para la mayoría la respuesta era afirmativa,  aunque cada vez, como es lógico, aquella lucía más estropeada. Al cabo de más de una década, el misterio de la combi azul siguió intrigando a propios y extraños, pero la única que tenía un registro de cada lugar en que alguien la detectó era Bianca. Cuando sus hijos eran adultos, y ella y su esposo ya no tenían que trabajar todo el día, por fin pudo revisar si existía algún patrón en las apariciones de la vagoneta. En efecto, encontró dos: que su trayecto era siempre de norte a sur por el este, de sur a norte por el centro, y luego otra vez de norte a sur, pero por el oeste, y también que cada vez que la avistaron algo maravilloso se leía en las noticias locales del poblado en cuestión: una familia que encontraba el dinero que necesitaba para la operación de un niño en un sobre deslizado bajo la puerta, vagabundos que amanecían junto a ua caja llena de comida fresca, escuelas rurales que encontraban innumerables cajas de libros en la puerta, una mujer a punto del suicidio que recibió un alud de cartas que la persuadieron, o una banda de asaltantes que apareció una mañana amarrada en mitad de la avenida principal, mientras que todo lo que se habían robado llegó por paquetería a la casa de sus auténticos dueños.

Bianca comenzo un blog titulado "La combi azul", en que publicaba todo esto y pedía a los visitantes de la página que cooperaran para seguir investigando si continuaba por allí. El asunto suscitó cierto interés, pero ya nadie pudo fotografiarla de nuevo. No obstante, el fervor religioso de algunas personas hizo que empezaran a creer que aquella combi era algo así como la humilde señal del cielo de que un ángel había descendido a operar un milagro. Es cierto que era el medio de transporte de un ángel, pero no venía exactamente del cielo. Así lo supo Bianca cuando, finalmente, el blog recibió el comentario que aclaraba el misterio.

CONTINUARÁ...


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