miércoles, 18 de diciembre de 2013

SPIRIA 4


La anarquía de las dragonas. 


En Spiria hacía un calor soporífero una hora, y a la siguiente había que sacar las pieles para soportar la nieve y los vendavales. De pronto, aparecía una lluvia de hielo, que al siguiente instante se derretía con una ráfaga de fuego. La gente comenzó a optar por no salir de sus hogares, hasta que el descontrol de los dragones terminara, o los alcanzara sin remedio. A través de sus ventanas, cada vez más turbias, los árboles se consumían y la tierra fértil se convertía en roca.  

Pero Armanda no podía quedarse sentada en su sala a esperar el desenlace. Bron estaba lejos, pero por suerte aún tenía los zapatos ingrávidos de su abuela. Cuando en su imaginación se veía visitando a Facio de Bron (lo cual ocurría a menudo), en su cabeza florecían salones exquisitos y jardines frescos y coloridos, pero la realidad es que Bron era un risco abrupto en forma de sacacorchos, y el castillo era un edificio de cristal, sucio y descuidado, no tan diferente a la iglesia de su aldea. Seguro a Facio le habían dolido tanto las muertes de su esposa y su hija durante el parto, que el mantenimiento del castillo era lo que menos le importaba. 

Al ver al nutrido grupo de guardias en la entrada, Armanda supo que no la dejarían entrar nunca, así que tuvo que emplear lo que no quería: magia. Sacó un frasquito morado y, tras beberlo, dio un salto cuántico hasta donde estaba el duque. Tarde, descubrió que tendría que haber pensado en otra cosa, porque lo encontró en el inodoro. Sus fantasías románticas tampoco incluían esta escena. Creyó que Facio se enfurecería, pero, por el contrario, se echó a reír mientras ella corría gritando.

Tras el embarazoso incidente, ella le explicó que su intrusión se debía a una emergencia, y entonces él volvió a sorprenderla, pues sabía todo sobre la fundación de Spiria por boca de su abuelo. Por ser el favorito del rey Arzo, éste le había explicado en estricta secrecía la verdadera función de las dragonas, lo cual -pensó Armanda- constituyó un error, porque dejar en la ignorancia a Nain era lo que había provocado la actual ruina del país, aunque ese momento no llamó su atención que Facio tampoco se había preocupado por informarle. Pero, en resumen, desde luego que Facio estaba de acuerdo en poner a salvo los dragones, y a Spiria.

Mientras tanto, en el palacio de Thesia, el rey Nain y su ejército se preparaban para liberar a Holok con la orden de ir al encuentro de Napay. El ejército seguiría su vuelo por tierra, y entre todos se asegurarían de derribar a la amenaza. Magnífico plan. El cuerpo roji-negro de Holok se elevó con un rugido de gozo al sentirse libre. Edo, que veía esto desde el patio, sin quererse mover de su sitio otra vez, se sintió celosa y salió disparada, hasta la mitad, porque tuvo que detenerse a tomar aire, y luego ambas volaron sin control, lo que derivó en la destrucción de medio castillo, y, desde luego, ninguna de las dos atendió orden alguna.  

El ejército siguió con el intento de guiar a las dos dragonas enfurecidas, pues creían que esto era mejor para su propósito, pero lo único que suscitaron fueron incontables destrozos y desequilibrios climáticos durante ocho meses.
 
Durante ese lapso aciago, Armanda, Facio y el séquito de éste se habían puesto en marcha. Facio conocía a Holok desde que podía sostenerla en un dedo, cuando su abuelo se la encargó, por lo que tal vez podría atraerla. Llevó sus bocadillos favoritos, jabalíes del risco, y luego anduvieron por escarpados parajes sin escuchar más que el eco de los rugidos, de las dragonas en el aire, gozando de su nueva autonomía, y de sus propios estómagos hambrientos, porque fue difícil resurtir las provisiones. Cuando al fin la divisaron en un cielo inusualmente despejado, Holok no respondió. Armanda entendió que Holok prefiriera seguir saltando sobre montañas y bosques con libertad, inconsciente de los terremotos que provocaba, pero seguramente no toleraría que alguien dañara a su dueño, así que Armanda golpeó a Facio con una roca. En efecto, el nuevo deseo de Holok fue machacar a Armanda como un grano de pimienta, pero ella corrió con agilidad hasta la jaula, y uno de los alumnos de Facio alcanzó a cerrarla a un instante de no salir vivos de esa ni por error. La bestia siguió pateando, y, a pesar de que era su jaula especial, comenzó a cuartear el piso de diamante. Todos alrededor empezaban a considerar dejarla allí y echarse a correr como locos, cuando Facio se sintió un poco menos desorientado, y logró tranquilizarla.

Después de todo, Holok no había sido tan difícil, pero Edo y Napay los podrían matar con un suspiro. Tendrían que idear otras técnicas. 

Esa noche, Armanda sacó un emplasto prodigioso para curar de inmediato a Facio, tras disculparse por  asestarle aquel porrazo. Él quiso evitar que se lo aplicara, porque cada vez que ella efectuaba un encantamiento, su nivel de magia descendía, y necesitaban llegar con todo al enorme desafío que se avecinaba. Ella se lo puso de todas formas. 

Facio nunca había conocido a una verdadera bruja. Sabía todo de ellas en la teoría, su abuelo le había mostrado documentos que ni las propias brujas actuales conocían, pero jamás se había parado por su aldea, por no ser lo adecuado en su condición principesca. 

Las brujas de los grabados eran feas o imponentes, pero Armanda no. Tenía una constitución fuerte y angulosa, pero no tenía nada mal exterior, y su carácter era dulce, sencillo e inteligente, aun cuando a veces demostraba ser enérgica y agresiva. Su manera de ser se resumía en el golpe que él mismo tenía en la cabeza: las manos que le dejaron la cabeza escurriendo sangre en un instante, sin darle tiempo a reaccionar, eran las mismas que aplicaban el remedio con calidez y ternura. 


Según ella, se habían conocido antes en una fiesta de eruditos, pero Facio creía que no era verdad, porque lo recordaría. 

—Sabes, estoy seguro de que Napay vive bajo el agua o en la nieve. — Facio cambió el tema, para distraerse a sí mismo del deleite que le causaba el más mínimo toque de Armanda, y del extraño influjo que lo invitaba a contarle hasta sus más recónditos pensamientos.— El abuelo Arzo la puso donde estaba porque corre el riesgo constante de incendiarse a sí misma; el agua calma el ardor de sus entrañas. Los dioses no quieran que mi hermano se entere de esto...

Armanda empeoró su agitación interna al recostarlo en su regazo y hacerle un masaje en el cuero cabelludo. 

—No te olvides de que también nos falta encontrar a Malij, el cuarto dragón.

—Eso no es problema. Mi abuelo la escondió en el convento porque tiene forma de mujer. Malij era mi esposa, y ahora se trata de mi hija, que no murió. Está con las monjas también…

Facio se levantó de golpe después de meter la pata de forma tan colosal. Ahora estaba seguro: Armanda le había puesto un conjuro para que hablara de más. Tenía que cuidarse de ella, porque su aparente cordialidad al parecer tenía otro objetivo, y ella no debía, bajo ninguna circunstancia, enterarse de sus verdaderos propósitos…

CONTINUARÁ...

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Dragon image courtesy of vectorolie at FreeDigitalPhotos.net



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