Emma.
Ariel no lo podía evitar: Emma
le infundía demasiado respeto. No se atrevía a tocarla o reclamar nada, tal vez reconociendo en ella a un ser superior a su entendimiento, aunque
no lo aceptaría jamás, ni siquiera ante sí mismo. Haciendo honor a la verdad,
Emma no se parecía a Sonia en nada, y, por otro lado, en contraste con su actitud
intransigente hacia Carmen y Julieta, Ariel le permitía gozar de una gran libertad de
acción, sin que le importara que ella no representase su papel, cosa que
ocurría a diario, al principio por momentos, pero después con frecuencia
creciente, hasta que no tuvo ya ni siquiera la obligación de ponerse los vestuarios
“estilo Sonia” que se le habían proporcionado. El motivo de fondo era que Emma le recordaba
a Sonia en un nivel subjetivo, y no necesitaba formas externas para hacerle
sentir su presencia. Fuera de eso, Emma seguía sintiéndose prisionera, y, si no
fuera porque su hermana todavía necesitaba una prótesis costosa y
rehabilitación, se habría largado sin avisar al tercer mes, no tanto por Ariel,
sino por Carmen y Julieta, que al notar sus privilegios decidieron dedicarse a
hostigarla hasta llegar a los golpes.
Emma, para colmo, aunque era la única que no sostenía una relación con él, fue la elegida
para aparecer como pareja oficial de Ariel. Por
eso lo acompañaba a todas partes, como a aquel festejo de las cien representaciones
de una puesta teatral.
Después de felicitar a todos los actores, tratando
de poner la mejor cara para que no se notara que no les gustó nada el
espectáculo, Ariel le invitó una copa a Emma en un bar cercano. Tal vez porque
llevaba muchas copas de vino de la develación de placa y dos destornilladores,
o porque Emma le inspiró confianza, pero Ariel terminó contándole su vida, sin omitir las partes que estando sobrio habría mantenido
ocultas a toda costa. Emma descubrió de repente a un bebé solitario y asustado, que nada
tenía que ver con el cotidiano monstruo ególatra, que no soltaba su careta de
autosuficiencia ni un instante.
Una de esas cosas que Ariel no le contaría a
nadie en otro momento apenas un poco menos vulnerable, era el motivo del distanciamiento con su hijo: a Moisés le gustaba vestirse de mujer desde la
infancia, lo cual le valió el inmediato desprecio de su padre. La ruptura definitiva sobrevino cuando creció y consiguió trabajo en un bar imitando a Thalía, y se fue
de casa de su madre para vivir con un hombre. Desde entonces Ariel lo consideraba muerto y no había hecho un solo esfuerzo por volverlo a ver. Emma
trató de convencerlo de llamar a Moisés, pero desde luego que no tenía su número telefónico.
Estaba el de Sonia, pero era inútil llamarla porque no contestaría. Regresaron a casa, donde Ariel fue directo a vomitar, momento que Emma aprovechó para revisar sus
contactos del celular. Había decidido buscar a Sonia y entrevistarse con ella.