miércoles, 19 de diciembre de 2012

TRES ESPOSAS, parte 4.


Emma.


Ariel no lo podía evitar: Emma le infundía demasiado respeto. No se atrevía a tocarla o reclamar nada, tal vez reconociendo en ella a un ser superior a su entendimiento, aunque no lo aceptaría jamás, ni siquiera ante sí mismo. Haciendo honor a la verdad, Emma no se parecía a Sonia en nada, y, por otro lado, en contraste con su actitud intransigente hacia Carmen y Julieta, Ariel le permitía gozar de una gran libertad de acción, sin que le importara que ella no representase su papel, cosa que ocurría a diario, al principio por momentos, pero después con frecuencia creciente, hasta que no tuvo ya ni siquiera la obligación de ponerse los vestuarios “estilo Sonia” que se le habían proporcionado. El motivo de fondo era que Emma le recordaba a Sonia en un nivel subjetivo, y no necesitaba formas externas para hacerle sentir su presencia. Fuera de eso, Emma seguía sintiéndose prisionera, y, si no fuera porque su hermana todavía necesitaba una prótesis costosa y rehabilitación, se habría largado sin avisar al tercer mes, no tanto por Ariel, sino por Carmen y Julieta, que al notar sus privilegios decidieron dedicarse a hostigarla hasta llegar a los golpes.

Emma, para colmo, aunque era la única que no sostenía una relación con él, fue la elegida para aparecer como pareja oficial de Ariel. Por eso lo acompañaba a todas partes, como a aquel festejo de las cien representaciones de una puesta teatral.

Después de felicitar a todos los actores, tratando de poner la mejor cara para que no se notara que no les gustó nada el espectáculo, Ariel le invitó una copa a Emma en un bar cercano. Tal vez porque llevaba muchas copas de vino de la develación de placa y dos destornilladores, o porque Emma le inspiró confianza, pero Ariel terminó contándole su vida, sin omitir las partes que estando sobrio habría mantenido ocultas a toda costa. Emma descubrió de repente a un bebé solitario y asustado, que nada tenía que ver con el cotidiano monstruo ególatra, que no soltaba su careta de autosuficiencia ni un instante. 

Una de esas cosas que Ariel no le contaría a nadie en otro momento apenas un poco menos vulnerable, era el motivo del distanciamiento con su hijo: a Moisés le gustaba vestirse de mujer desde la infancia, lo cual le valió el inmediato desprecio de su padre. La ruptura definitiva sobrevino cuando creció y consiguió trabajo en un bar imitando a Thalía, y se fue de casa de su madre para vivir con un hombre. Desde entonces Ariel lo consideraba muerto y no había hecho un solo esfuerzo por volverlo a ver. Emma trató de convencerlo de llamar a Moisés, pero desde luego que no tenía su número telefónico. Estaba el de Sonia, pero era inútil llamarla porque no contestaría. Regresaron a casa, donde Ariel fue directo a vomitar, momento que Emma aprovechó para revisar sus contactos del celular. Había decidido buscar a Sonia y entrevistarse con ella. 

CONTINUARÁ...

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miércoles, 12 de diciembre de 2012

TRES ESPOSAS, parte 3.


Julieta.


Hay cosas tan grandes o tan minúsculas que sólo pueden pertenecer a una sola persona, y terminan formando parte de ella como en una aleación química indivisible. Julieta descubrió, cuando era tarde, que Ariel le pedía descomponerse en mil pedazos y desaparecer en un vacío de artificios.

En un principio, había asumido una postura de condescendencia hacia él. Estaba dispuesta a complacer al loco, mientras éste siguiera cumpliendo con su parte. Sin embargo, le costó dejarse a sí misma de lado y comportarse día y noche como Darina. Eso no se lo esperaba, porque cuando Ariel le explicó cómo era aquélla, se le figuró tan parecida a sí misma, que supuso que no tendría que hacer mucho esfuerzo para imitarla.

Uno de los problemas principales fue, precisamente, que de un lado estaba la Darina que Ariel se imaginaba, y del otro la que Julieta había entendido. Una vez se vio obligada a entrar cuarenta veces en el comedor, hasta que logró hacerlo tal cual como Ariel tenía en mente, y así en otros episodios, hasta que el asunto terminó volviéndose una verdadera monserga.

Desde luego, Julieta no comprendió bien en ese entonces en lo que se había metido, pero se le manifestó una honda incomodidad, a pesar de que al exterior demostraba que no tenía absolutamente ningún otro interés que pasársela bien. Esto, cabe mencionar, era cierto. Ya estando allí, tenía que aprovechar para darse la gran vida. Acompañó a Ariel a todas las fiestas, se metió todas las sustancias que pudo, se involucró con hombres que jamás habría conocido ni en sus más excéntricos sueños y sobregiró las tarjetas de crédito. Las otras dos fulanas, Carmen y Emma, se le hacían unas apretadas, por lo que le encantaba escandalizarlas sentándose en las piernas de Ariel de la forma más vulgar posible, por ejemplo, en especial frente a Carmen, que se ponía celosa con mucho menos que eso. Con todo y tanta diversión garantizada, dentro de ella continuaba esa zozobra inefable.

Pero esa situación, que era más o menos llevadera, cambió cuando Ariel dejó de preocuparse por la forma y se enfocó en manipular los detalles, a veces íntimos y profundos, muchos de los cuales tal vez se había inventado, o creía recordar de un pasado nebuloso y distorsionado. Lo que era un juego, se tornó en esclavitud. El día en que Julieta intentó rebelarse, no pudo soportar la miseria y el síndrome de abstinencia cuando Ariel la dejó en la calle, y regresó con él. 

Llegó a un punto en que a veces ya no sabía quién era ella, y en las noches dudaba entre pesadillas si alguna vez había sido Julieta Gómez. Tenía miedo de perderse en el torbellino de su desconcierto, y supo que tendría que cambiar su perspectiva o morir… 

CONTINUARÁ...

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miércoles, 5 de diciembre de 2012

TRES ESPOSAS, parte 2

Construcción de personajes.



Carmen estaba indignada, no sólo porque era un vil chantaje, sino porque no tenía escapatoria: era dar un salto cuántico en su carrera a cambio de eso, o continuar con su vida espinosa, alternando la lucha por no ahogarse en un mar de traiciones o sucumbir en un desierto de soledad. Por otro lado, se estaba enamorando profundamente, y la sola idea de compartir a Ariel con otras dos farsantes le reventaba las entrañas. Sabía que iba a aceptar desde el preciso momento en que Ariel le planteó su lunático proyecto, pero necesitaba tiempo para asimilarlo y rescatar aunque fuera una pieza de dignidad. Una noche, entre la humareda de su cigarrillo, asintió con voz entrecortada en el teléfono.

El día pactado, llegó tarde a propósito. En el comedor de la enorme y opaca mansión de Ariel, esperaban ellas. Las tres permanecieron sentadas en puntos distantes, ignorándose del todo. Ariel hizo su entrada triunfal después de quince minutos, que se dilataron hasta parecer siglos, y les extendió sus “guiones” a Emma y Julieta, que de ahora en adelante se llamarían Sonia y Darina.

Emma era una joven castaña de grandes ojos que estudiaba comunicación y formaba parte de una pequeña compañía teatral. La casa de interés social de sus padres, que ella había abandonado hacía unos días para hacinarse en un feo departamento con sus compañeros de clase, se vino abajo, lo que causó la muerte de todos sus familiares. Su hermana menor sobrevivió, pero quedó malherida. Al no tener seguro, la atención médica que estaba recibiendo era insuficiente, y Ariel se aprovechó de eso para ingresar a la chica en un buen hospital a cambio de que Emma representara el papel de su exesposa Sonia. A Emma le costó tragarse todo su orgullo, pero tuvo que aceptar porque la única persona que le quedaba en el mundo estaba al borde de la muerte. Por lo menos, consiguió que Ariel aceptara su condición de descartar las relaciones sexuales, pero aun así sentía como si se hubiera vendido a sí misma como esclava.

Por su parte, a diferencia de Carmen y Emma, que parecían condenadas a morir en la horca, a Julieta no le costó trabajo consentir transformarse en Darina. A decir verdad, entre las intensas y sonoras mascadas que le daba a su chicle se podía entrever una sonrisa entre cínica, curiosa y, desde luego, satisfecha por tener aseguradas sus provisiones de crack durante un tiempo indefinido y haberse mudado de su casa de lámina en Neza a esa casota tan padriuris.   

Una vez entregadas y expuestas las indicaciones exactas de cómo debían vestir, comportarse y hablar de ahora en adelante, así como las fotografías de Sonia y Darina, la orden de Ariel fue que Emma y Julieta se encerraran en sus habitaciones, decoradas al gusto de las respectivas exesposas, y no podrían salir hasta que concluyeran la metamorfosis. En cuanto a Carmen, ella ya tenía casi listo el papel que representaría en la ficción y en la realidad. Ariel le pidió a ésta última que se quedara con él, pero ella se levantó en silencio y se encerró en el estudio que era de Altea, y que permanecía intacto desde su muerte. 

CONTINUARÁ...

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