miércoles, 11 de diciembre de 2013

SPIRIA 3

Armanda


Después de que su pueblo perdiera en una guerra larga y cruenta, el rey Arzo guió a los sobrevivientes hasta un desierto frío, donde las condiciones para la vida eran imposibles. La bruja Etia, que admiraba el valor y la prudencia del magnífico Arzo, se compadeció y le hizo un obsequio maravilloso: sus cuatro dragones, o, mejor dicho, dragonas, puesto que eran hembras, las cuales, al presentir el final de sus días, se autofecundaban, traían al mundo a su sucesora y morían sin dejar desamparado el destino de Spiria.


La primera, Napay, con su corazón de fuego, mantuvo tibio el reino, Edo lanzó su escarcha sobre los valles, donde se formaron los más frescos lagos, Holok se encargó de remover y fertilizar la tierra hasta que quedó lista para sembrar, y Malij dominó los huracanes que soplaban allí y despejó el cielo. Así nació el gran reino de Spiria, con sus bosques paradisíacos, castillos, fortalezas y ciudades señoriales, que se irguieron en medio de la prosperidad y la belleza. Lo único que Etia le ordenó a Arzo fue que nunca permitiera que las dragonas estuvieran en contacto con nadie, ni siquiera entre sí. Debían permanecer en soledad, pues de la paz de sus corazones mágicos dependía la vida en Spiria, y zonas aledañas. Arzo obedeció y designó sus hogares con sabiduría: llevó a Napay a apagar su ardor y agresividad en las tranquilas aguas del lago del Tiempo Perdido, a Edo, la perezosa, la llevó a las montañas, para que le costara un poco de trabajo conseguir alimento y se ejercitara, a Holok la encerró en el palacio de Bron, vacío entonces, para que no aplastara a nadie por accidente, y el destino de Malij lo mantuvo en secreto, pero la Malij actual tenía que seguir con vida, o de lo contrario todos estarían muertos.
Esta historia, que casi nadie sabía completa, la bruja Mirta tuvo que contársela a Armanda, que tenía el plan de atrapar a Napay y cobrar la recompensa para ayudar a su villa, que estaba en la miseria porque a nadie le gustaban las brujas, ignorantes de que le debían la vida a una de ellas.
Armanda entendió que no debía propiciar que mataran a Napay, a menos que quisieran vivir en una tierra gélida y comer carne cruda, pero también advirtió que dos de las dragonas ya no estaban en sus lugares originales, pues el rey Nain había tomado a Edo como animal de guerra y había sacado a Napay del lago, lo cual además la puso furiosa. Eso explicaba el mal clima que hacía, cambiante y extremoso, y lo delicado de la situación. Mientras observaba arremolinarse las nubes negras a través de un ventanal, le escribió una carta a su antiguo enamorado, el coronel Valiant, donde, además de reclamarle su cobardía, le explicaría lo importante que era regresar a Napay al lago y a Edo a las montañas. Pero Valiant nunca contestó, y no sólo no dio señas de interceder para regresar a las dragonas a su sitio, sino que, en ese intervalo, Nain sacó a Holok del palacio del duque de Bron, y la liberó.  

Por ese tipo de cosas, Nain era impopular entre sus súbditos. A diferencia de su abuelo, Arzo, y su padre, que habían sido jefes de estado ejemplares, Nain buscaba imponer una autoridad que de natural no inspiraba, al tomar decisiones arbitrarias o represoras, y, en definitiva, éstas eran las peores en todo su mandato.
A Arzo, que aún vivía cuando Nain y Facio eran niños, Nain le parecía un pequeño petimetre acomplejado, por lo que mostraba una inmensa predilección por Facio, que tenía un carácter y una inteligencia brillantes, siempre resaltadas por su apostura. Lamentaba que fuera Nain, y no Facio, quien heredaría el trono. Los hermanos nunca se llevaron bien, porque vivían en mundos distantes. Mientras que Nain tenía obligaciones políticas desde muy joven, Facio se volvió una celebridad, al cual sus seguidores consideraban un intelectual rebelde, y sus detractores un hedonista condescendiente. Entretanto, él se denominaba a sí mismo un "humilde pensador". Al irse haciendo hombres, Nain debía guardar estrictos moralidad y decoro, a la vez que Facio se permitía toda clase de excesos, y mientras que el primero se casó con la mujer más conveniente para estrechar lazos con el país vecino, el otro desposó a la mujer que menos les agradaba a sus padres, con el expreso objetivo de contrariarlos: una albina cuya madre había abandonado en las puertas de un convento porque sus ojos rosas y su cabello blanco le parecieron diabólicos.

Armanda había conocido a Facio de Bron en una fiesta de eruditos. Se coló expresamente para verlo, pues su figura siempre le causó una gran fascinación. Facio era como ella, como todas las brujas, y por eso las defendía en su discurso. A Facio su propia familia, excepto Arzo, lo había despreciado, al tildarlo de infantil y soberbio, y él tuvo el coraje de mudarse de Thesia a Bron, y tejer su propia historia, de igual forma confinado sólo por ser quien era. Tenerlo cerca fue hipnótico y perturbador, pero, más tarde, al escuchar su forma de hablar, tan elocuente y certera como siempre, pero con un tono engreído y ácido, a Armanda le pareció que, aunque seguía admirando al “pensador”, lo “humilde” no se le veía por ninguna parte. Por fin, intentó discutir con él algo que expuso en su tratado sobre encantamientos, pero Facio apenas la escuchó por compromiso, dijo un par de frases deshiladas, y luego se distrajo con alguno de los muchos que deseaban abordarlo, sin que ella pudiera informarle que ella misma era una bruja. En esa misma ocasión, Armanda conoció a Valiant, que parecía tan gentil, pero que después resultó que era su disfraz social. También estaba la esposa de Facio, que a pesar de sus características, o quizá gracias a ellas, era hermosa. Parecía una madona de mármol, aislada de todos, sentada en un lujoso diván. Se encontraba a punto de dar a luz, y sus manos lánguidas permanecían debajo de su vientre, mientras en su rostro se leía una expresión profundamente triste.
Armanda recordaba esto, preocupada aún por el destino de Spiria, cuando discurrió que, precisamente, Facio era la única persona interesada en, por lo menos, recuperar a Holok. Tenía que buscarlo, y ésta vez lo obligaría a escuchar...

CONTINUARÁ...


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