miércoles, 5 de febrero de 2014

GENTE RARA

—Mire amiga, yo tengo un maldito talento especial para encontrarme con gente rara. Deambulan por las calles sin darse cuenta de que les falta un tornillo. Mi amigo Germán, por ejemplo, que se queda catatónico cuando menos se espera. Me acompañó hace poco a hacer un retiro en el banco, y, en cuanto me distraje, se salió a la calle. Cuando volteo, está estampado contra el cristal con los brazos abiertos, mientras crece una mancha oscura en su pantalón, cuya humedad comenzó a transferirse a la superficie transparente, ante el asombro y asco de los allí presentes. Golpeé con fuerza el área donde estaba su rostro, con expresión de lemur, y no se movió un ápice, ni siquiera parpadeó. Salí, sin mi dinero, y lo sacudí hasta que reaccionó. Entre risas histéricas me informó que quería volver a casa. A menudo no sabe dónde está parado, así que fingí que no recordaba el sitio de la estación de metro, y le pedí que me "guiara", para asegurarme de que llegase hasta allí. Lo logró. Le hice otra pregunta capciosa: "¿vives en la estación San Cosme?" "Sí, prometiste que irías a visitarme" "Iré muy pronto", mentí, y vigilé que se subiera al vagón. Cuando avanzó el tren, noté que Germán se seguía riendo como estúpido en su asiento. Luego también estaba aquella pareja gay ya mayor cuando fui el verano pasado a Sevilla. Me quedé sin dinero para el taxi, y amablemente se ofrecieron a acercarme en su auto al hotel. La verdad es que eran adorables, y me inspiraban mucha confianza. De pronto empezaron a seguir a un coche gris, seguros de que se trataba de Almodóvar. El señor que iba en el asiento del copiloto argumentaba que nadie más podia llevar ese sombrero si no era Almodóvar. Obviamente, al acercarnos lo suficiente descubrimos que se trataba de una persona cualquiera, y yo sentí alivio, porque de ser realmente Almodóvar, no estoy muy segura de que lo único que querían de él fuera un autógrafo. Me apeé con algún pretexto amable, aunque todavía estaba lejos del hotel...

O estaba aquella muchacha en la universidad, de ojos verdes, tímida y bonita, que parecía un hada, de la que me hice amiga porque todos la ignoraban, por influencia de su hermana, una mujer repulsiva por dentro y por fuera, con una bocaza chueca que parecía un agujero negro sobre su mejilla derecha. Luego me enteré de mala manera de que la dulce hadita tenía raptos de ira, y había atacado a golpes a sus amigos con un extintor, y la mueca de su hermana se debía a que aquel día le desfiguró el rostro. Nadie le hablaba porque le tenían miedo. Me estoy alejando de ella, pero gradualmente, porque no quiero que se vaya a enojar.

Asimismo el conserje de...


—Momento, momento.... Ya es suficiente. ¿Te estás alejando de ella? Mujer, llevas diez años aquí presa y te espera cadena perpetua, ¿por qué hablas como si aún pudieras salir a pasar el rato con tus amiguitos psicópatas?


—Porque -no le digas a nadie- por la noche desarrollo el poder de la ubicuidad y puedo ir a donde yo quiera. A veces, incluso, me encuentro a mi marido Jorge Pablo en el infierno, y le digo: "Oye, no la friegues, si te degollé es porque ya no quiero volver a verte"...


—Necesito solicitar otro cambio de celda...

Image courtesy of Just2shutter / FreeDigitalPhotos.net




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