He allí al águila, perdida en un
callejón nocturno
Al cual la indujo la temible
oscuridad del pavimento.
La fatalidad inicua surgió hedionda,
Entre vomitadas de gatos pérfidos
Y le dio dos alternativas:
Marcharse, y no volver nunca,
O quedarse a azotar la cara contra
la pared.
Desde hace una década, eligió lo
segundo
Y el aturdimiento es tal,
Que ya no puede volar, ni distinguir la salida.
Por eso, se solicita un alma generosa,
Para guiar al águila de vuelta al
firmamento.
Foto: Jamie King
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