¿Alguna vez te has preguntado por
qué pasan ciertas cosas en el metro de la ciudad de México? Desde luego, nosotros no podríamos, bajo ninguna circunstancia, ser los verdaderos culpables. Ahora te lo
explicaré. Cuando a finales de los 60’s trajeron los vagones desde Francia,
nadie imaginó que no venían vacíos. Entre sus ruedas estaba aferrada con uñas y
dientes –literal- toda una comunidad de Trasgos del norte de Europa. Los
Trasgos son unos duendes bonachones, pero traviesos, que gustan de armar escándalo
y jugar con nuestros sentidos. Así que, si bajas a alguna estación y hay una
inundación que sube hasta los tobillos, no culpes a la mala administración del
transporte de la ciudad. Fueron los Trasgos, que rompieron alguna tubería
mientras jugaban entre las paredes. Si ves ratas y ratones entre las vías, es
porque los Trasgos no pueden salir a la luz con su forma de hombrecillos verdes
y regordetes. Los únicos que pueden verlos si adoptan forma traslúcida son
los niños y es por eso que, a pesar de que los nenes mexicanos son tan bien
portados y educaditos, a veces tenemos que viajar con chiquillos que no se quedan quietos ni
se callan un instante, pues tratan de perseguir a los Trasgos o jugar con ellos. Los
Trasgos también tienen poderes mentales,
y suelen alterar a algunas personas sólo para divertirse. Por eso los vendedores
gritan de forma incontrolable, y hay gente que pierde el sentido del espacio
individual, y empuja a los demás o les quita su asiento. En su forma
traslúcida, a veces estas criaturas les hacen bromas a algunos señores, que seguramente son un dechado de decencia y contención,
pero van despistados, y los duendecillos les conducen la mano hasta que tocan a alguna dama de forma
impúdica, o bien, los seres sacan carteras de un bolsillo y lo ponen en otro, que pertenece a un usuario honesto. Todo esto complace muchísimo a los Trasgos, pero nada tan gozoso como espolvorear la basura, que los
ciudadanos tan cuidadosamente colocamos en los contenedores, por todos los
corredores y las vías, y hacer parpadear las lámparas. Si alguien llega a
verlos en su forma original entre la penumbra del túnel, es posible que se sienta
hipnotizado y termine por tirarse a las vías, por lo cual se recomienda no
asomarse demasiado a ver si ya viene el tren.
Ahora ya conoces uno de los
grandes misterios urbanos de todos los tiempos. De nada.
Image courtesy of Boians Cho Joo Young at FreeDigitalPhotos.net
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